Cada trazo y cada camino que terminamos recorriendo, despiden ecos de algo distinto que se quedan grabados como serpientes en la arena ,silenciosas y a su vez van dejando huellas, huella que permanecen grabadas en cemento, grabadas en la memoria.
LUNES- Trío de Omar Rodríguez
Se terminaron los 365 días del 2010, inicia otro año.
Se viene enero y después febrero y su loco clima, llega el verano y a su paso las lluvias y así nos sorprende diciembre. El 2012 está en puerta y con ello el inevitable fin de nuestra era, el fin de un mundo que apenas y conozco, el mismo mundo que me ve despedir el año bicentenario.
En los pasados doce meses, se abrieron nuevas y viejas puertas. El año perdido de la selección y sus fiestas, el año de la cruenta guerra de Calderón de la que todos somos testigos, victimas y victimarios, Haití y el terremoto que se sumó a su pobreza, el año donde el cuerpo de Cerati reclamó los excesos, el ciclo de Lula en Brasil terminó, fuimos testigos de la peor catástrofe ambiental en el Golfo de México, el año del Jefe Diego que como los mineros en Chile hizo fiesta de su rescate. En fin, un año más que se llevó a muchos intelectuales y nos dejó a muchos “vivos”.
Es absurdo y mentiroso decir que ha sido el mi mejor año, sin embargo, no tiemblo al decir, que sí han sido los meses más completos por los que han transcurrido mis años. Y me atrevo a decirlo, ya que me vi morir y nacer en estos doce meses.
Sólo por mencionar, mi “ciclo” en Colima inició hace apenas año y medio, pero éste, éste 2010 sentí como toda mi fuerza y paciencia se escurrió en cada una de mis lágrimas. Como todos lo hemos hecho (y sobre todo las mujeres), me odié, desteté el lugar, me consolé, me consentí, grité y bebí. Y fue así como mis ojos se secaron al abrirlos bien al mundo. Y me sentí más viva.
Pudiéramos arrepentirnos de vivir en este país donde Peña Nieto guapo, gallardo, honesto y esposo de “la gaviota” ha ganado ya la silla presidencial antes de las elecciones, o tal vez desearíamos pertenecer a una nación donde el reggaetón, la banda, y los corridos jamás arruinaran nuestra armonía auditiva, desearíamos estar rodeados de intelectuales de artistas, tomarnos un café lo mismo con un director de cine que con un migrante guatemalteco (claro sin secuestrarlo). A quién no le gustaría tener un mejor sueldo por las ocho horas que trabajamos, a quién no le gustaría que la gente de colima no fuera tan chismosa (sin ofender).
Pero a pesar de todo lo sucedido es este bicentenario 2010 , no me arrepiento de haber tomado este vuelo suicida en Colima, no me arrepiento de mi país, aun con Elba Esther Gordillo, porque el dolor, el enojo, el llanto, la risa, las manos, los besos, el agua, el temor, la comida, el volar, todo lo que sentí en este, MI 2010 es VIVIR, es ver los años pasar y caminar con ellos.
Porque la vida, la buena vida, son las sensaciones lo que vemos, lo que tocamos, lo que oímos, lo que olemos, y todo aquello que podemos sentir y el tiempo no se va volando, se va viviendo.
Y no es que me gusten los libros de superación personal, ni las porras para salir adelante, sólo es que me gusta vivir.
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