Debido a que el mal quedado de mi novio no tuvo la decencia de escribir su post y a que no le puedo negar un favor, me veo obligada a escribir en su lugar. Acepten de antemano mis disculpas por los errores de cualquier tipo.
Cada verano, mi familia y yo hacemos un viaje de verano, sin embargo, hay uno que hago cada año por ahí de Noviembre sin falta que es el que nunca me acaba de sorprender. Para aquellos que no saben, por ahí de esas fechas se festeja en el “Gabacho” el día de gracias, ese día aparte de celebrar algún tipo de unión entre gabachos e indios, existe el “Black friday” o viernes negro si no saben inglish, que no es nada más que un montón de ofertas en ¡TODO!. Por esta razón cada año enfrento mi fobia a volar, solo para comprar todo lo que no me hace falta para mí y para mi familia.
En fin, este viaje está lleno de personajes que hace menos tedioso el vuelo Guadalajara-Tijuana. Para empezar no puede faltar la viejita que lleva, igual que yo, una bolsa llena con virotes salados, tortillas y tamales para sus familiares porque allá no saben igual( yo llevo también tres especiales de la sonrisa), por supuesto que está el señor que se esfuerza más y lleva también en sus tuppers la salsa y las cebollas desflemadas que crean un ambiente que te recuerda al mercado las tres horas de camino. Ya todos arriba sube la señora con dos costales de quien sabe que, ella jura y perjura que solo pesan 5 kg, ¡estamos a punto de partir y la azafata todavía no logra convencer a la señora de que no puede llevar eso como bolsa de mano!, cuando este personaje por fin accede a documentar sus costales es hora de partir; Yo agarro mi rosario y empiezo a rezar mientras tiemblo y sudo frio.
Durante mis tres horas de viaje olor a torta, los demás personajes se presentan, las azafatas que hablan algo parecido al inglés, la familia que habla algo parecido al español pero menos parecido al Inglés. A lado de mi, un señor de Los altos de Jalisco que me cuenta como si nos conociéramos hace años, toda su vida, que es definitivamente más interesante que la mía y ayuda a mantener mi pensamientos lejos de las turbulencias. En primera clase, una pareja que duerme todo el vuelo y no voltean a ver a la azafata cuando piden un whiskey. De moda, se ve de todo. Sombreros, cintos piteados, tennis vans, cortes tipo militar y playeras talla extra grande de algún equipo de baseball o básquet. No sabría decir.
Al bajar del avión, todo sucede sin percances. En el Aeropuerto de Tijuana me espera mi tía para pasar al otro lado, en el tráfico para llegar a la línea me venden estatuas de la virgen, Playeras de las chivas, del América, fruta picada, agua, dólares, de todo. Llegando me bajo y me formo en una línea donde muy a lo lejos veo un cancel verde que parece ser la última parada antes de pasar al gringo. Que ingenua. Solo una hora después me doy cuenta que después de ese cancel, hay mas fila.
Ya me toca! Un gabacho me ve fríamente, pregunta mi nombre y mi razón de visita a los Estados Unidos, respondo -“¡vacaciones!”- El tipo revisa mi pasaporte y mi visa –“Te equivocaste de fila, fórmate en aquella otra (¡Claro que esa fila empieza por Colima!)”. A estas alturas, ya odio USA y estoy segura que el tipo atrás de mí en la nueva fila también. Pero ahí sigo, y ahí seguimos todos hasta que por fin pasamos al otro lado de la línea. Estando en Estados unidos compro de todo, regalos de navidad, el play station de mi novio, ropa para todo el año y con la euforia de las ofertas se me olvida lo que pasé para llegar ahí. El año siguiente me vuelvo a armar de valor para subir al avión y la dinámica es la misma, solo que esta vez, los personajes tienen diferente cara y diferente asiento.
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