“De ninguna manera volveré a México.
No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas.”
Salvador Dalí.
No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas.”
Salvador Dalí.
México lindo y querido. Lugar de contrastes, de colores, de diversidad, de vastísimo territorio natural y de tanto choque cultural que de pronto desentona; no sé por qué alguien no querría volver acá jamás.
Creo que Christian nos dio una gran explicación del surrealismo y de por qué México es un país surreal. No basta con decir que hacemos cosas inesperadas y poco lógicas; que resolvemos nuestras dificultades de manera pronta para poder salir rápidamente del lío sin pensar a largo plazo cómo afectará; tampoco es suficiente terminar la oración con un ‘sólo en México’. Y como dice uno de los comentarios, de pronto todo es tan normal que deja de ser surreal, y entonces lo que nos hace falta en verdad es la vida real.
Estoy de acuerdo, más no del todo, creo que México es y seguirá siendo un país surreal por mucho más tiempo. Todos los días me despierto pensando en qué noticia veremos hoy en los periódicos con ánimos de que sea una mucho más positiva que todo lo que pasó el día anterior; y justo cuando pienso que nada me puede sorprender y que ya todo pasó, en realidad estaba muy equivocada y me veo inmersa en situaciones inesperadas y en ese folklor que nos caracteriza que me hacen regresar al ‘sólo aquí sucede’. Estoy consciente que no es el único país en el que suceden cosas poco lógicas o inesperadas, por fortuna he tenido la oportunidad de ver que en algunos países en Latinoamérica también suceden cosas que podrían ser raras a simple vista, sin embargo no he encontrado algunas otras características que matizan a nuestro país como uno surrealista.
En este aspecto creo que todos estamos de acuerdo que no todo puede ser tan malo, tenemos una creatividad y perspicacia para convertir cualquier acontecimiento malo en algo mucho más agradable. El albur, el sarcasmo y hasta el cinismo forman parte de esta peculiar forma surreal de ver las cosas. Tenemos el ingenio para burlarnos de nosotros mismos, de los errores de los demás y sí, es cierto, en muchos aspectos permitimos que los políticos o los funcionarios públicos sigan por el mal camino de la corrupción, pero dentro de todo no podemos negar toda la parte positiva del surrealismo que vivimos día a día.
Alguna vez hablando con un amigo francés, me comentaba que a él le parecían realmente bizarras muchas de nuestras tradiciones o costumbres pero que era parte de nuestro encanto cotidiano. Por ejemplo el pedir un agua en bolsa con popote ¿por qué alguien querría tomar agua de esa manera? Él solía decir que era muy pintoresco y que eso jamás se podría ver en ninguna otra parte del mundo. También le fascinaba la manera en la que siempre repetíamos las palabras y las poníamos en diminutivo como si fuera todo tierno aunque fuera una grosería.
Creo que todos los días encontramos situaciones surreales, justo ayer cuando creí que no tendría nada inusual en mi día, me enfrenté a otra de esos escenarios únicos de mi país. Ayer cuando me subí al metro, como la mitad de los días, en la línea naranja el vagón del metro no llegaba debido a desperfectos en él. Esto provocó que el andén se llenara…qué digo, se atascó el andén, nadie se podía mover porque seguro alguien acababa en las vías. Cuando por fin llegó el vagón, a todos se les olvidó las molestias por su tardanza y obviamente buscaron entrar. Por más que intenté permanecer en mi lugar, la ola de personas me arrastró hacia adentro. Era realmente un espectáculo chistoso visto desde afuera pero para los que estábamos inmersos en la situación, realmente no lo disfrutamos tanto. En todo el desastre, una señora comenzó a gritar desesperada, porque la ola que también la arrastró, logró que perdiera su zapato. Éramos tantas y en tan poco espacio, que la pobre mujer logró rescatar su zapato dos estaciones después. En el inter creo que aprendí más groserías que nunca en toda mi vida, y la mujer no nos bajaba de arpías; lo cual cambió el segundo justo después de que consiguió su zapato, pues de pronto ya se reía de sí misma y lo comentaba con las mujeres a su alrededor cual si fueran amigas de la vida. Claro, dejamos de ser arpías para convertirnos en comadres y hasta cuando bajó en su estación final nos deseó a todas buen día, no sin antes decirnos: ojalá no pierdan la cabeza como yo el zapato.
Si hay algo que nos caracteriza es el sentido del humor y estoy de acuerdo con la entrada anterior, en muchos casos aprendemos y nos acostumbramos a estar cómodos y buscar la salida más fácil. En lugar de quejarnos y decir ‘ya no más’, sólo nos quejamos entre nuestros conocidos pero cuando nos sucede eso de lo que tanto hablamos, hacemos lo que todos, cooperamos con alguna mordida o de plano ni levantamos un acta. Sí es cierto, estamos acostumbrados a ver los periódicos amarillistas que la mitad de la gente compra no sólo porque es más barato sino porque trae a las mujeres mostrando su ‘maravilloso’ cuerpo y porque al final del día la noticia te la enseñan como si fuera lo más gracioso del mundo. ¿Será que no se ponen a pensar en los familiares de las personas a las que les ocurren esos accidentes?
Al final, yo prefiero ver todas las situaciones surreales como una característica más de nuestro folklor y cuando es debido también reacciono y exijo las cosas que no deben de ser. Todas esas que se enlistaron en la entrada pasada: corrupción, favoritismos, delitos en general, la salida fácil; y por el contrario celebro las cosas buenas que tenemos y que logramos traducirlas como algo de nuestro país; algo que finalmente nos hace distintos y encantadores.
Jajaja, recuerdo la primera vez que me subí al metro, tenía 15 años y pretendía pasar pidiendo 'permiso'...
ResponderEliminarSí, todo forma parte de nuestra cultura folclórica y atractiva para extranjeros.