“por su obra que, rica en ideas y llena del espíritu de la libertad y la búsqueda de la verdad, ha ejercido una influencia de largo alcance en nuestro tiempo” (motivo por el que se le otorgó el Premio Nobel).
El 22 de octubre de 1964 a los 59 años Jean Paul Sartre (escritor y filósofo Francés) rechazó el Premio Nobel de literatura en un comunicado que dio en París. “Un escritor no debe aceptar premios oficiales, porque el hacerlo agregaría la influencia de la institución que honró su trabajo al poder su pluma y eso no sería justo para el lector”. Con esas palabras rechazó uno de los reconocimientos más importantes que existen. Tenía por regla rechazar todo reconocimiento ya que para él los lazos entre la cultura y el hombre debían desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones.
En la ontología de Sartre lo que diferencia a los seres humanos de todos los demás es precisamente nada. El “ser humano” no es lo mismo que el resto del ser, pero se distingue de el por ese nada que los separa. La nada se encuentra enrollada en el corazón del ser como una lombriz en una manzana. En donde hay nada, hay conciencia, pero esto no significa una correlación. La conciencia y la nada dependen del ser, pero ellos no tienen una esencia, por lo tanto no son. La ontología de Sartre es una descripción fenomenológica de la relación de esta nada, que es la conciencia, al ser del cual depende.
El ser, en la visión de Sartre, es la condición de toda revelación. Para que algo sea revelado, para que esté ahí, tiene que ser, tiene que existir. La conciencia revela al ser. La conciencia nace con el apoyo de un ser que no es en sí mismo. El estar consciente de un objeto, no significa convertirse en ese objeto. El objeto no entra en la conciencia más de lo que la conciencia entra en el. La conciencia no es una cosa, no es una entidad ni una sustancia. Sartre la llama un “absoluto no sustancial”. Es absoluto porque es insustancial. Toda conciencia es conciencia de algo y al mismo tiempo conciencia de sí mismo.
“El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.” (El existencialismo es un humanismo, J. P. Sartre).
Para Sartre el ser humano está "condenado a ser libre”. En su visión somos arrojados a la acción y somos responsables plenamente de nuestras acciones sin excusas. Esto es porque no existe un creador que nos visualice, y utilice, como instrumentos, con un propósito y un destino. Por lo tanto la existencia precede a la esencia. Nuestra existencia como seres humanos es una existencia consciente. Como ya dije el ser del hombre se distingue del ser de la cosa porque es consciente. La existencia humana es un fenómeno subjetivo, en el sentido de que es conciencia del mundo y conciencia de sí y que el acto de ser consciente es precisamente la introducción de la separación de (auto) conocimiento de su objeto.
Todo esto lo podemos ver en su novela más célebre: La Nausea. En la que ilustra a través del protagonista de la novela, como la autenticidad y la libertad no se pueden aprender y se deben ganar. Lo más importante en la vida es la experiencia, muy por encima del conocimiento. No contamos con una naturaleza humano o instintos que nos guíen, sólo contamos con la experiencia que vamos adquiriendo en nuestra vida. También pensaba que las novelas podían servir de ejemplos de vida, de los cuales podemos extraer lecciones o ejemplos que se adhieran a nuestra experiencia.
Roquentin, el protagonista de La Nausea, se encuentra por todos lados con situaciones impregnadas de significados que llevan el sello de su existencia. Todo lo que encuentra en su vida está rodeado por el omnipresente hedor y, desagradable, sabor de su libertad. Por más que lo intenta no puede huir de su compromiso con el mundo y la vida. Roquentin padece esa condena de ser libre, en su peor faceta, que es la autonomía de la voluntad. Nuestra moralidad se subyace a nuestra habilidad de elegir, derivada de nuestra libertad, condicionada por el contexto. La moralidad es subjetiva; el juzgar si es correcto o incorrecto varía dependiendo de la perspectiva y el contexto. Sartre pone en evidencia, en esta brillante novela, la indiferencia del mundo hacia el individuo.
Con el temor de que no me vuelvan a leer si sigo escribiendo, hasta aquí dejo esta breve revisión de las ideas de Sartre y su obra. Los invito a conocerlo mejor, leer La Nausea y juzgar si mis palabras le hacen justicia a la brillantez de la única persona que ha rechazado un Premio Nobel por voluntad propia.
Twitter: CorvusPhil
Tendrás q hacerme alguna recomendación porq alguna vez leí un par de ensayos suyos y me pareció aburrido, ahora podría meterlo a mi "to-read-list" ... por twitter =)
ResponderEliminarEstuve pensando mucho que comentar en esta entrada... Y sencillamente me encanta... Sartre me encanta y me parece que el motivo por el cual le otorgaron el premio se queda corto así como la razón por la que no lo aceptó es tan él... Ufffff me encanta!!! Concuerdo con Yair, necesito leer más que 'La nausea'.
ResponderEliminar