Poca relación con el pulque –al menos en el nombre- tiene esta sección. Ya se explicó la historia del pulque, datos curiosos y anécdotas cómicas. Como ya muchos fieles lectores sabrán comparto un muy especial gusto por la música, y está demás explicar que no me refiero a pop, reggaetón, o banda.
El nombre de mi columna también tiene mucho que ver con la música (al igual que la idea que tuve y propuse a mis compañeros, de llamar al blog “pulquería”). Recordé una famosa canción de Salvador Flores Rivera, mejor conocido como Chava Flores; uno de mis músicos mexicanos favorito junto con Álvaro Carrillo. “Sábado Distrito Federal” es una divertida canción en la que Chava Flores relata la vida de las personas –que inferimos, de clase media-baja- en la Ciudad de México de los años 40 y 50. Y siempre me llamó la atención cuando cantaba:
“Desde las doce se llenó la pulquería,
los albañiles acabaron de rayar,
¡Que re' picosas enchiladas hizo Otilia,
la fritangera que allí pone su comal!”
Yo no sabía que era una pulquería, pero sonaba muy “mexicano”. Cuando comenzamos a dialogar para definir un nombre para el blog, una de las características que todos compartíamos –y estábamos seguros que así debía ser- era que el nombre debía ilustrar nuestra raíces. Yo inmediatamente relacioné esa idea con la música y según mis ecuaciones mentales, el resultado era: Chava Flores. Su música urbana siempre me ha hecho tener sentimientos muy vivos, e investigando un poco sobre su vida, hace algunos ayeres, me enteré de que además de todas sus obras musicales, escribió un libro dónde describía y narraba su –a veces trágica y a veces no tanto- vida de músico. Después de mucho pelear con algunos “proveedores” de libros, lo conseguí.
Algunas personas que han leído ese libro se sorprenden diciéndome: “¡qué bien escribía Chava Flores!, además de ser un muy buen músico, era un increíble escritor”. Sí, comparto esa misma idea sobre las cualidades de este señor, simplemente no me sorprende. No porque yo sea un conformista malvibroso carente de circulación sanguínea, sino que después de escuchar mucha música, me quedó siempre muy claro que cualquier cosa que él hiciera y que tuviera que ver con expresión, lo haría excelentemente.
Disfruté ese libro como pocos libros he disfrutado. Pareciera que uno de esos clásicos abuelos de caricatura me tenía como niño sentado frente a él escuchando historias de antaño. Robo el nombre del libro de Chava Flores: “Relatos de mi barrio” con mucho respeto, para usarlo a mi conveniencia y nombrar así a mi columna en este humilde “bló”.
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