Dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, y el Día de muertos no es la excepción. Bueno, “perdido” no es el término correcto, porque se sigue celebrando en México; pero estando a kilómetros de distancia, creo que uno percibe muchas diferencias culturales a las que jamás había puesto atención porque eran las “normales”.
En Francia, por ejemplo, la muerte es algo muy serio. Uno no bromea con la muerte, uno no recuerda a la gente que va a morir, uno no se toma la muerte a la ligera, etc. Si la muerte tuviera un color, aquí sin duda sería el negro, por su seriedad, tristeza, connotación negativa, dolor…. Y es que basta con darse una vuelta por los cementerios para entender ese miedo que tiene la gente de una etapa obligatoria y que inevitablemente va a llegar (a excepción que seas el Sr. Burns y te congeles).
Los últimos días decidí ir a recorrer los 3 cementerios principales de París: Montparnasse, Montmarte y Pere Lachaisse.
Aquí debo hacer un paréntesis para decir que nunca he sido fan de los cementerios, creo que en toda mi vida he pisado 4 o 5 (contando los que he visitado recientemente).
¿Qué tiene que ver todo esto con el día de muertos? Mucho, porque uno se da cuenta del traslado de esas ideas “nonosvamosamorirsomosinmortales” de los franceses por las tumbas de los cementerios.
Lo primero que me llamo la atención es que un gran porcentaje de las tumbas están abandonadas. Pero bueno, eso no es de sorprenderse, porque incluso en México sucede. Sin embargo, lo impactante es que las tumbas más descuidadas y a las que nadie les hace caso son en su mayoría las tumbas más grandes del Panteón. Por ejemplo, me tocó ver la tumba de un Marqués al que le habían construido una tumba gigante, que de altura no medía menos de 3 metros. ¿Y saben qué? Estaba sola. Si, también es importante decir que se murió a finales del siglo XIX. Pero mientras estaba contemplando la tumba en cuestión, no podía evitar preguntarme: ¿No hubiera podido hacer algo mejor con su dinero? Y es que ya no se si me dan risa o lástima las tumbas gigantes o lujosísimas Por ejemplo, había otra que era de puro mármol. Una más que hasta una fuente tenía, etc. Etc. Etc. Como si el lujo de su tumba los colocara en un nivel superior al resto de los muertos… Me dan ganas de gritar “¡Estás muerto! Igual que el de la tumba simplona de cemento al lado”. Ponerle letras en oro, una estatua súper complicada u atracciones hidráulicas no va a revivirlo.
Además, me sorprendió mucho que las tumbas de personajes “importantes” eran las más simples. Por ejemplo, la tumba de Julio Cortázar no mide más de 1m2 y además la comparte con otro muerto. La de Jean Paul Sarte y Simone de Beauvoir es indistinguible, a menos que lleves un mapa, etc. Y así podría seguir con la de Jim Morrison, Victor Hugo, etc. Son tumbas simples, sin embargo siempre están llenas de flores, recados, recuerdos… Quizá su tumba refleje su opinión a la muerte, algo inevitable y que en lugar de preocuparse por ello en vida, deberíamos utilizarlo como motor para ser mejores. Quizás son tumbas simples, porque reflejan la poca importancia que tiene su cuerpo físico, cuando lo mejor que hicieron, lo hicieron en vida. No necesitan construir una fortaleza de cemento, porque incluso si alguien roba su cuerpo, no pueden robar lo mejor que fue su obra y que forma parte de nuestra cultura general. No necesitamos un cuerpo al cual rendirle tributo para continuar disfrutando eso.
Y bueno, después de esta breve reflexión producto de los panteones, les dejo una foto que amé. La tomé en el cementerio de Montmarte y no podría estar más de acuerdo con la frase.
"Apurémonos a vivir, antes que la muerte nos atrape" |
¡A vivir!
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