“El simulacro, la ficción verdadera, es algo así como la errancia de un sentido en busca de su forma: una peregrinación que va de un lenguaje a otro, de una cadencia verbal a otra, hasta que se detiene, se cristaliza, se encuentra a sí mismo”. Tomás Eloy Martínez
Toda historia es una ficción verdadera. Desde los inicios de la humanidad, nos hemos dado a la tarea de compartir historias, de narrar para informar y entretener. Las formas de transmitir las historias han cambiado con el tiempo. Los avances tecnológicos han abierto las puertas a diferentes métodos y nos hemos adaptado a ellos. Desde las pinturas en los muros de las cuevas hasta los ebooks y la reproducción de videos en los teléfonos móviles la intención no ha cambiado: llenar un vacío de la realidad.
En las ficciones verdaderas, el gesto de apropiación de la realidad es evidente por sí mismo. Juegan con la casi imperceptible franja que separa ficción de realidad, o imaginación de certidumbre. El artista se convierte en reparador de la historia, recoge los retazos de historia que se van perdiendo en el camino y los remienda, transforma y reconfigura para preservar la memoria colectiva. Toda ficción nace de un hecho. Algo sucede que conmueve al artista y lo impulsa a producir, a generar, a narrar.
Las formas sí que han cambiado. La ópera y los musicales nos cantan una historia. La envergadura de la música es inimaginable, es una eterna interacción de ilusiones y realismo, tragedia y comedia, simplicidad y complicación. La música, por sí misma, suele ser un shot de ficción, a veces acotada y dirigida por la letra, o una guía melodiosa que permite a nuestras mentes volar.
El cine y el teatro son las representaciones físicas de las ficciones, utilizando producciones y actuaciones que ayudan a reforzar la simulada veracidad de su ficción. El teatro es la síntesis de las bellas artes; allí encontraremos el movimiento y los gestos de la danza; la melodía, el ritmo y la armonía de la música; el color, la masa y la línea de las artes espaciales; así como el lenguaje y la métrica de la literatura. El cine es un arte figurativo, es capaz de ofrecernos, en una sola imagen, un universo que nos da la impresión de ser realidad. Una ventana a las ficciones verdaderas del mundo. La diferencia entre en el teatro y el cine es la visión: en el primero podemos ver en todo momento el espectro completo de la escena, nunca dejamos de ver el escenario en su totalidad; en cambio en el cine estamos a la merced de la visión del director, sólo podemos ver lo que él desea que veamos.
La literatura podría considerarse el corazón de las ficciones verdaderas. Crea verdades que comparten su ser con objetos reales, el resultado es una representación que tiene la misma fuerza de la realidad y engendra una ilusión igualmente verdadera. La literatura muestra un mundo que expone las grandezas y abismos de la condición humana. Los límites y extremos de nuestra naturaleza, las atrocidades de las que somos capaces y las cimas que podemos alcanzar. Toda obra literaria es un pacto entre el autor y el lector. No puede existir uno sin el otro. La lectura tiene que ver con la libertad del individuo, con la insatisfacción que nos mueve, con los vacíos que buscamos llenar; escribir tiene que ver con el deseo de alimentar esa subversión e insatisfacción que nos acompañan.
Cabe mencionar que no toda ficción logra el cometido de ser verdadera y algunas verdades terminan convertidas en ficciones. Lo más importante de una ficción es que sea creíble, que encaje en las leyes del mundo o que cree su propio mundo y leyes, de tal forma que nadie pueda refutarlas. Las personas deben poder reconocerse en la obra o reconocer que pueden creer en lo que sea que el autor les está planteando. Para el autor de una ficción la verdad se encuentra en su imaginación y su cometido es recrearla en la del lector.
Desde los cuentos cortos como El dinosaurio (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Augusto Monterroso) o El emigrante (“¿Olvida usted algo? –¡Ojalá!” Luis Felipe Lomelí) hasta las grandes novelas como “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra; la literatura recrea mundos en nuestras mentes, mundos que concebimos como posibles, en los que aceptamos parte del autor y a los que les insertamos, como lectores, nuestra propia esencia.
Ya sea en el muro de una cueva, el escenario de un teatro, la melodía de una canción, la voz de una soprano, la pantalla del cine, las páginas de un libro… todos tenemos nuestras ficciones verdaderas favoritas. ¿Cuáles son las suyas?
Pueden encontrar mis ficciones verdaderas en Corvus Philosophus
Christian Guerrero @CorvusPhil
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