“Y me pregunto ahora si la mano del escritor puede tener una misión más alta que la de definir, fijar, criticar, mostrar el mundo que le ha tocado en suerte vivir”.
Alejo Carpentier
Sé que hay escritores con mayor renombre, que hicieron aportaciones invaluables a la literatura latinoamericana y que se convirtieron en titanes de la literatura, pero hoy quiero hablar de un talentoso mexicano, quien siempre me ha hecho pensar que es una de las joyas un tanto olvidadas de la literatura mexicana: Jorge Ibargüengoitia.
Ibargüengoitia es un escritor que se sale aleja de lo convencional. Todo lo escribe desde una perspectiva humorista, aunque él no se reconocía como un humorista. En una época en la que todos respetaban y veneraban la Revolución mexicana, él hizo un libro en el que se burló de ella; cuando los autores del boom de la literatura latinoamericana escribían novelas contra las dictaduras de América Latina, él prefirió escribir una novela en la que tanto los héroes como los villanos son ridículos; decidió romper con el culto al yo y escribió un libro de cuentos en el que se dedica a burlarse de sí mismo, exponiéndose como un ser humano normal, lleno de torpeza y pobreza; escribe una novela sobre dos criminales que, como cualquier otra persona, buscan una forma de ganarse la vida, sin entender que lo que hacen es un crimen; y, finalmente, escribe un libro en el que trata de desmitificar la conspiración de la independencia de México, su alzamiento y posterior fracaso. Las novelas de Ibargüengoitia logran su cometido: entregarnos una visión diferente de la realidad nacional.
Una novela que reflexiona mucho sobre sí misma corre el peligro de ahogarse si se olvida de seguir moviéndose. Las novelas, los cuentos y los artículos de Ibargüengoitia son puro flujo y movimiento. Avanzan con un “tempo” agradable y ligero. Tiene mucho éxito en darle ese toque de “posibilidad” a sus personajes e historias, en algunas ocasiones tiene tanto éxito que crea una sensación de “certeza histórica”. Dispone del lenguaje de cada día, ese lenguaje que está aún lejos de agotarse. Se interesa en las situaciones que están cercanas a las personas o nos acerca las situaciones históricas que sentimos lejanas, con ese lenguaje asequible a todos.
Las novelas están hechas para ser leídas. Sin la complicidad de un lector, que la descifre y acepte dejarse engañar por el autor convertido en ilusionista, no existirían. Es un deleite convertirse en cómplice de Ibargüengoitia y dejarse engañar por su reinterpretación satírica de nuestra historia o de nuestra sociedad.
Sus habilidades no se reducen a las novelas, fue un cuentista efectivo así como un exitoso y deleitoso cronista de la vida en México. Si leen Instrucciones para vivir en México (un tipo de antología de los artículos que publicó en el Excélsior), encontrarán un sinfín de historias, aparentemente, reales sobre la vida en México que te harán soltar una carcajada de vez en cuando. Tiene la cualidad de hacerte reír y terminar reflexionando sobre las historias absurdas que terminan resultando más familiares de lo que nos gustaría que fueran. Es un autor que supo reproducir, con éxito, el humor y la picardía del mexicano, combinarlo con experiencias (ficticias o reales) del día a día o con eventos históricos.
No está mal satirizar nuestra historia ni nuestra sociedad. La crítica, con humor, sirve para entretener y reflexionar. Contestando la pregunta de Carpentier, Ibargüengoitia encontró la forma de entretener mientras definía, fijaba, criticaba y mostraba el mundo que le tocó vivir.
Ibargüengoitia cumple con lo que Bernard Pingaud llama “el novelista auténtico”, que es un escritor que usa lo que conoce para crear una ficción “no una acción real, sino un sueño verdadero”. Con sus obras nos sumerge en los sueños verdaderos del México sarcástico, pícaro, y a veces ridículo que él, y todos, conocemos y amamos.
“Ocuparse de ese mundo, de ese pequeño mundo, de ese grandísimo mundo, es la tarea del novelista actual. Entenderse con él, con ese pueblo combatiente, criticarlo, exaltarlo, pintarlo, amarlo, tratar de comprenderlo, tratar de hablarle, de hablar de él, de mostrarlo, de mostrar en él las entretelas, los errores, las grandezas y las miserias; de hablar de él más y más, a quienes permanecen sentados al borde del camino, inertes, esperando no sé qué, o quizás nada, pero que tienen, sin embargo, necesidad de que se les diga algo para removerlos”. –Alejo Carpentier-
Los invito a tomar cualquier libro de Ibargüengoitia y les aseguro que lo disfrutarán.
Hasta el próximo lunes.
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Pues en lo personal me encanta, es de mis favoritos.
ResponderEliminarSu estilo desmitificador y humanizador me parece que debieran sustituir los libros de historia oficial que leemos en primaria.
¡Buenísimo! No he leído nada de este señorón, pero en este preciso instante estoy buscando algo de él en gandhi :)
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